martes, 4 de mayo de 2010

Jugando al gato y el ratón contra los falsificadores

El nuevo billete de US$100 es el intento más sofisticado hasta ahora para combatir la adulteración de papel moneda; ¿cuánto tardarán los delincuentes en descifrar sus secretos?



Por Stephen Mihm para WSJ

[Dolar1] Viktor Koen

1690, la Colonia de la Bahía de Massachusetts se convirtió en el primer gobierno del mundo occidental en emitir papel moneda. Con ello, no tardaron en aparecer los primeros falsificadores de billetes. Para la generación siguiente, las autoridades ya estaban sumidas en una batalla constante contra los falsificadores, a quienes intentaban disuadir por medio de varios castigos: corte de orejas, por ejemplo, o la horca. Muchos billetes coloniales incluían una advertencia directa: "La falsificación es la MUERTE".

Una mirada a algunas de las características de seguridad del nuevo billete de US$100.

Hace poco, en una ceremonia a la que asistieron Timothy Geithner y Ben Bernanke, el gobierno de Estados Unidos presentó un billete de US$100 de alta tecnología diseñado para frustrar a los falsificadores del siglo XXI. Incluye los agradables colores pastel que ya se han visto en denominaciones de menor valor y una imagen "fantasma" de una pluma y un tintero que contiene una campana que aparece y desaparece según el ángulo desde el que se mira. Lo más sorprendente es que el frente del billete incluye una barra vertical color púrpura que refleja imágenes brillantes del número "100" y la Campana de la Libertad (símbolo de la independencia de EE.UU.), que se mueven cuando el billete se inclina.

Con más medio billón (millones de millones) de dólares en billetes de US$100 en circulación en todo el mundo, la versión actual ha atraído la atención de innumerables falsificadores. La mayoría son sofisticadas bandas criminales, pero también hay considerables (aunque polémicas) evidencias que conectan las falsificaciones más realistas y peligrosas —los llamados Súper Dólares— con el gobierno de Corea del Norte. La amenaza de la duplicación, más que cualquier otra cosa, ha motivado este vistoso cambio en los billetes estadounidenses.

Si nos guiamos por la historia, no será el último. El papel moneda en Estados Unidos ha seguido un patrón cíclico: nuevos diseños, nuevos dólares y, finalmente, nuevas falsificaciones.

Desde la época colonial, el dólar resistió numerosas falsificaciones. Los primeros billetes nacionales, diseñados por Benjamin Franklin, cuyo rostro aparece en los actuales billetes de US$100, fueron falsificados por los británicos, que querían socavar la revolución estadounidense. Tras una intensa actividad de falsificación durante las primeras décadas del siglo XIX, se diseñaron algunas de las barreras de seguridad que perduran hasta hoy, como las marcas de agua.

[Dolar] Viktor Koen

Tras reformas en el sistema monetario que se produjeron tras la Guerra Civil en EE.UU., para principios del siglo XX la moneda se encontraba relativamente a salvo de los falsificadores. Además se había vuelto más uniforme y simple, especialmente tras la fundación de la Reserva Federal en 1913. El dólar adquirió cada vez más importancia y desplazó a la libra esterlina como la moneda mundial dominante. Ese ascenso atrajo la atención de los gobiernos de otros países. Tanto los soviéticos como los nazis protagonizaron sendos intentos de falsificación.

Tras la Segunda Guerra Mundial, hubo pocos intentos de falsificación exitosos y la apariencia del billete de US$100 casi no experimentó cambios. A fines de la década de 1980 apareció el llamado "Súper Dólar", una falsificación de alta precisión que dejó perplejos a los investigadores y cuyo origen apuntaba a Corea del Norte. Estos superbilletes motivaron la primera gran reforma del papel moneda en décadas.

El primer gran cambio llegó con la presentación del nuevo billete de US$100 en 1996, que incluía el diseño de la "gran cabeza" que desde entonces se ha convertido en el estándar, junto con las marcas de agua y la tinta que cambia de color. Pero la versión más reciente del billete de US$100 presentada el mes pasado corresponde a otro nivel de sofisticación.

El punto central del rediseño es una franja púrpura que va desde la parte superior a la inferior del billete. Está cubierta por cientos de miles de lentes microscópicas con la forma del número "100" y lo que parece ser la Campana de la Libertad. Gracias a complejas ópticas, estas miles de lentes se combinan para crear una sola imagen más grande. Cuando el billete se inclina en un ángulo u otro, la franja cobra vida y hace que parezca como si las imágenes pudieran moverse.

La tecnología se llama "Motion". Crane, la papelera que posee los derechos de la tecnología, afirma que "representa la próxima generación de disuasión de falsificación". A diferencia de algunas de las medidas de primera generación —tinta que cambia de color, por ejemplo— la "magia" de Motion funciona incluso en lugares con poca iluminación, como las discotecas.

El nuevo billete es una maravilla tecnológica. Pero al examinar todas sus medidas de seguridad —no sólo la franja de Motion, sino también la marca de agua, el hilo de seguridad separado, la microimpresión, un "100" que cambia de color y la campana dentro del tintero—, el efecto es más o menos comparable a la puerta de una casa equipada con innumerables cerraduras y candados. Parece "segura", pero la pura abundancia de trabas de seguridad sugiere que los falsificadores han sido demasiado exitosos a la hora violarlas en ocasiones previas.

Crane promete que Motion impondrá "tremendas barreras contra una falsificación de calidad". Quizás. Pero es una apuesta segura que en algún lugar en el mundo los falsificadores están estudiando el nuevo billete, buscando descifrar sus secretos. Y algún día lo harán.

—Stephen Mihm es profesor de historia de la Universidad de Georgia y autor de 'Un país de falsificadores'

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