jueves, 2 de septiembre de 2010

Internet permite democratizar los medios de producción y distribución: Chris Anderson

Chris Anderson, teórico de la nueva economía digital y autor de best sellers sobre los modelos de negocio en Internet, parece estar de vuelta: los bits ya no le interesan tanto como los átomos de los productos físicos del mundo real.

El título de la presentación de Anderson fue “los átomos son los nuevos bits”. Se trata de una ironía que refiere a Nicholas Negroponte, quien en 1995 conceptualizó por primera vez la entonces naciente economía de Internet en su libro Ser digital (Being digital). Los bits son los nuevos átomos, escribió entonces Negroponte, observando cómo en el capitalismo postindustrial, la producción de bienes físicos perdía valor relativo en comparación con las nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones. Microsoft versus General Motors, podría decirse.

Anderson, editor jefe de la revista Wired, considerada la biblia de los tecnófilos de Silicon Valley, se transformó en una celebridad en el mundo de los negocios después de publicar The Long Tail (La larga cola) en 2006. El mercado de la música, el cine, y otras industrias culturales se está transformando aceleradamente a causa de la disrupción tecnológica de Internet, que permite a las empresas explotar nichos de mercado difíciles de comercializar en el mundo físico, explica Anderson.


Una oscura banda de rock o una novela de autor desconocido puede ser ahora “descubierta” por audiencias masivas en Internet. La suma de todas estas demandas puede convertirse en un negocio tanto o más lucrativo que la venta de unos pocos grandes éxitos, agrega.

Ahora Anderson sostiene que este mismo modelo puede aplicarse al mundo de la producción de bienes físicos, algo así como la cola larga de la manufactura. “En la última década estuvimos buscando nuevos modelos sociales en la Web. En la próxima los vamos a aplicar al mundo real”, dice. La clave es que Internet permite democratizar los medios de producción y distribución también en el mundo industrial, asegura.

Pone como ejemplo su propio emprendimiento, una microfábrica de robots. Los precios de los sensores, circuitos integrados y otros insumos han caído fuertemente y hoy es posible diseñar un prototipo y contratar via Internet a una fábrica china para que lo ensamble, igual a lo que hacen empresas como Sony.
“Los chinos no hacen solamente commodities en gran escala. Están cada vez más intentando fabricar productos a medida”, le dice a una audiencia que lo escucha con la boca abierta.

La producción industrial sin infraestructura es el nuevo concepto que Anderson está explorando y que, dicen los que lo conocen, podría convertirse en su nuevo libro. Estas fábricas virtuales recurren al Open Source Hardware, un primo hermano del software libre, que pone en el dominio público procesadores, periféricos, máquinas herramienta y una gran variedad de equipos a una fracción del costo habitual. Anderson cuenta que se compró una impresora de tres dimensiones por 750 dólares para construir las maquetas de sus prototipos y encontró por Internet a un socio experto en robótica de aviones no tripulados, un joven mexicano de 19 años.

Otro ejemplo de estas fábricas de nuevo cuño es la red de pequeñas empresas vinculadas a Lego, que fabrican juguetes a pedido en escalas en las que a la marca no le interesa incursionar y que se relacionan a través de la red social que ha formado la compañía danesa.

De esta forma, la revolución de la Web estaría llegando al mundo real. “Estamos entrando en una nueva era de la manufactura”, aventura Anderson.
Es una proposición ambiciosa, pero no es la primera vez que las ideas de Anderson despiertan controversia. Su teoría del Long Tail sufrió un duro golpe cuando Eric Schmidt, el CEO de Google, declaró el año pasado a la revista de la consultora McKinsey que la empresa más exitosa de Internet obtiene la mayor parte de sus ingresos de la cabeza de la curva de demanda (es decir de unos pocos clientes), no de la cola.

La idea de que Internet nivela el campo de juego y que abre un espacio democrático tampoco es compartida por el líder de Google: “Es posible que Internet conduzca a una mayor concentración de marcas y de éxitos”, dijo en la misma entrevista.

En cualquier caso, Anderson tiene un radar especial para detectar y escribir sobre las cuestiones más candentes de los cruces entre la tecnología y la economía. Su idea de que la democratización de los medios de producción puede desafiar el poder de las grandes industrias concentradas aún tiene un largo camino para recorrer antes de materializarse. Por ahora, resulta una buena alternativa para hobbistas.

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