martes, 26 de octubre de 2010

El buen médico debe ser empático y un buen comunicador: Mario Bunge

La medicina, como cualquier otra disciplina, puede ser vista como actividad o como cuerpo de conocimientos. En ambos casos, dice el físico, epistemólogo y filósofo argentino Mario Bunge, puede considerarse como ciencia, como técnica, o como una combinación de ambas.
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Para facilitar la discusión empecemos por algunas definiciones.

Ciencia básica = búsqueda desinteresada de la verdad. Ej.: biología, psicología.

Ciencia aplicada = búsqueda de verdades de possible utilidad. Ej.: farmacología.

Técnica = diseño de artefactos o procedimientos utilizables. Ej.: neuroingeniería.

Ciencia o técnica biosocial = disciplina que se ocupa de procesos que son tanto biológicos como sociales. Ejs.: demografía, epidemiología.

Servicio social = actividad socialmente beneficiosa (p. ej. asistencia médica).

A la luz de estas definiciones, se sugiere que el cuerpo de los conocimientos y procedimientos médicos modernos es mitad ciencia aplicada y mitad técnica científica biosocial. (Medicina moderna: la construída por Virchov, Bernard, Pasteur y otros.)

Las buenas facultades de medicina emplean personas que hacen ciencia básica y otras que hacen ciencia aplicada; también hay quienes estudian o diseñan terapias, y quienes “ven” enfermos. Unos pocos (p. ej. De Robertis) han hecho ciencia básica; otros pocos (p. ej., Houssay) han hecho ciencia básica y aplicada; otros (p. ej., Braun Menéndez) han hecho ciencia básica y aplicada, y han ejercido la profesión; finalmente, otros (p., ej. Favaloro) han hecho técnica y “visto” enfermos.

Finalmente, los hospitales, la clínicas y los dispensarios modernos pueden considerarse como sistemas sociotécnicos, o sea, sistemas cuyas actividades específicas se hacen a la luz de técnicas.

Esta entrevista con el médico Daniel Flichtentrei fue concedida con motivo de la conferencia que impartirà Mario Bunge en nuestro país en la Academia Nacional de Medicina.

Mario Bunge (21 Septiembre, 1919, Buenos Aires), es un físico, filósofo de la ciencia y humanista argentino; defensor del realismo científico y de la filosofía exacta. Es conocido por expresar públicamente su postura contraria a las pseudociencias, entre las que incluye al psicoanálisis, la homeopatía y la microeconomía neoclásica (u ortodoxa), además de sus críticas contra corrientes filosóficas como el existencialismo, la fenomenología, el posmodernismo, la hermenéutica y el feminismo filosófico. Es autor de 80 libros y de más de 450 artículos sobre temas de física teórica, matemáticas aplicadas, teoría de sistemas, sociología matemática, epistemología, semántica, ontología, axiología, ética, política científica, etc.

¿Percibe usted el riesgo de que la medicina se transforme en una rama de la biología?

No creo que la medicina propiamente se haya convertido en una rama de la biología. Se ha hecho científica, que no es lo mismo que hacerse ciencia. Lo mismo pasó con las ingenierías. No cambió la meta, que es tratar enfermos y en lo posible curarlos. Lo que cambió es el procedimiento para alcanzar esta meta: antes de hacerse científica, la medicina era puramente empírica. Por consiguiente, desconocía los mecanismos patológicos y, al no conocerlos, se limitaba a la observación de síntomas. Hoy día, gracias al conocimiento (aún parcial) de los mecanismos, el médico puede actuar directamente sobre ellos. Por ejemplo, lejos de contentarse con observar que un paciente tiene fiebre, el médico conjetura que ésta ha sido causada por una infección debida, ya a bacterias, ya a virus. Y si el análisis microbiológico revela que, en efecto, el paciente tiene una tasa excesiva de bacterias, el médico tiene una buena razón para recetar antibióticos.

¿Qué papel le atribuye usted a las habilidades comunicativas, empáticas y humanas en un médico?

El buen médico, tanto como el buen maestro, debe ser empático y un buen comunicador, como lo fue el famoso médico canadiense William Osler (McGill, Johns Hopkins, Harvard y Oxford). Desgraciadamente, en la actualidad casi todos los médicos están obligados a llenar tantos formularios y apenas tienen tiempo para mirar a sus enfermos, auscultarlos, palparlos, preguntarles, etc.

¿Qué tipo de formación debería tener un médico para distinguir el conocimiento válido del inválido?

El médico debiera saber la importancia de las hipótesis y de las pruebas experimentales, así como de los razonamientos válidos. Desgraciadamente, las facultades de medicina atiborran a los estudiantes con datos, no les hacen hacer experimentos, ni los habitúan a discutir hipótesis. En particular, casi todos los médicos (y filósofos) ignoran que el problema del diagnóstico médico es un “problema inverso”, parecido al que afronta el ingeniero a quien se le pide que diseñe un artefacto que tenga tales y cuales funciones. En efecto, el médico, en particular el que hace medicina interna, se enfrenta con una caja negra. Ve los síntomas o productos, pregunta por algunos estímulos (p. ej., lo que comió el paciente), y tiene que hacer múltiples conjeturas sobre los posibles mecanismos que relacionan insumos con productos. Finalmente, tiene que poner a prueba tales conjeturas, tanto con pruebas como con tratamientos. (El tratamiento médico, a diferencia de los procedimientos en otras disciplinas, tiene dos funciones: intentar curar y poner a prueba las hipótesis que lo motivan.)

¿Qué barreras obstaculizan el diálogo entre médicos, científicos básicos y de las ciencias sociales?

Los obstáculos al diálogo de los médicos con los demás expertos son de varios tipos. Barreras profesionales: escasez de tiempo, arrogancia y la especialización excesiva. Barreras filosóficas: credulidad (en terapias no comprobadas); idealismo (p. ej., creencia en la acción del alma inmaterial sobre el cuerpo); apriorismo (p. ej., uso de la estadística bayesiana); biologismo (ignorancia de las circunstancias sociales del paciente); el sociologismo (la sociedad es la enferma, como sostenían los anti-psiquiatras).

¿Cree Ud. que los médicos tienen algo que aprender de las ciencias sociales?

Sí, varias cosas. Primera: hay, como ya lo había hecho notar un médico árabe medieval, enfermedades de rico y enfermedades de pobre. Segundo, el estrés social (en particular el causado por la organización jerárquica del trabajo) enferma, como lo mostraron los famosos estudios Whitehall. Tercero, la medicina individual no ha sido la causa más importante de la reducción de la morbilidad y de la mortalidad a casi la mitad en el curso del último siglo, como lo mostraron estudios epidemiológicos. Las principales causas son las obras sanitarias (cloacas y agua potable), las vacunas y el estado de bienestar. Por esto floreció la higiene social en Argentina entre 1980 y 1910, y por el mismo motivo la British Medical Association, contrariamente a su contraparte norteamericana, siempre ha defendido la llamada medicina socializada.

¿A qué cree usted que se debe que quienes lo critican supongan que el modelo que usted propone anula la subjetividad de las personas que padecen? ¿Se considera usted un positivista fundamentalista?

Los calificativos despreciativos que me han endilgado en mi país, aunque no en el resto del mundo, se deben a la ignorancia de mis publicaciones, así como a la ignorancia del positivismo, al que yo he criticado toda mi vida. Yo soy cientificista pero antipositivista, porque el positivismo es anti-realista y antimetafísico.

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