sábado, 29 de enero de 2011

WikiLeaks y el debate sobre cualquier tipo de información

"¿Cuáles son las diferencias entre Mark Zuckerberg y yo? Veamos. Yo te doy información privada de las corporaciones, gratis, y soy el villano. Mark Zuckerberg, en cambio, le da tu información privada a las corporaciones por dinero... y él es el «Hombre del Año»." - Julian Assange

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Un grupo de expertos trató el tema WikiLeaks, no como caso concreto de violación de secretos de Estado, sino como tema de debate: ¿hasta qué punto llega la libertad de información, tanto en el Estado como en las empresas con datos delicados? ¿Todo es compartible? ¿Cómo hay que cuidar la información delicada?

Julian Assange, el australiano fundador de WikiLeaks, la página web que generó un escándalo mundial con la divulgación de documentos clasificados oficiales, sigue en Gran Bretaña mientras Suecia pide su extradición para procesarlo por supuesta violación de persona. Pero más allá del hecho concreto, la reciente publicación de cables confidenciales del Departamento de Estado norteamericano fue debatida por un grupo de expertos de la escuela de negocios Wharton y la Universidad de Pennsylvania desde el punto de vista de sus implicancias para las empresas que tienen información delicada que proteger.

Kevin Werbach, docente de ética empresarial y estudios legales en Wharton, cree que “WikiLeaks es un fascinante microcosmos de una tendencia más grande: Internet permite una circulación más libre de la información, tanto de la que queremos que esté al alcance de la gente como de la que no. La tecnología digital hace que sea mucho más fácil que una persona disgustada por algún motive distribuya a los cuatro vientos una masa de información delicada en forma casi instantánea.

Si bien las filtraciones premeditadas y otros tipos de revelaciones no autorizadas no son nada nuevo, a su criterio la tecnología digital hace que sea mucho más fácil para un individuo descontento dar a conocer cantidades enormes de información en forma casi instantánea.

Para muchos el caso Wikileaks abrió un debate fundamental sobre privacidad de la información versus acceso público en la web abierta. El 6 de diciembre, el ensayista John Naughton publicó una columna en el diario inglés The Guardian donde decía que la conclusión más importante que se extrae del caso Wikileaks es que representa la primera confrontación sostenida entre el orden establecido y la cultura de Internet. Y así es, porque mientras Assange está detenido, WikiLeaks y otros “sitios espejo” que aparecieron de pronto para distribuir su material están amenazando con dar a conocer un código que podría liberar datos no censurados y más delicados de gobiernos y grandes empresas si matan o condenan a Assange.

El 8 de diciembre el sitio dijo que el arresto no le impediría publicar nuevas revelaciones y WikiLeaks a continuación publicó un nuevo paquete de cables sobre la decisión del gobierno británico de dejar en libertad a dos convictos libios.

Para las empresas, el caso WikiLeaks puede, en última instancia, servir como parábola sobre cómo cuidar la información delicada. Dice Joseph Turow, docente de comunicación en la universidad de Pennsylvania, cree que los cables del Departamento de Estado dados a conocer por WikiLeaks, sin bien objetables, están mucho mejor pensados que muchas comunicaciones internas. “Si yo fuera CEO”, dice, “no me sentiría nada cómodo. Me preocuparía mucho que esto pudiera ocurrir en mi compañía”. “Los cables que hemos leído son increíblemente suaves comparados con los e-mails que la gente se manda en las empresas”.

Mala publicidad y secretos comerciales

Bruce Schneier, autor de libros sobre ciber- seguridad y fundador de BT Counterpane, una empresa de seguridad, opine que WikiLeaks apareció por una cantidad excesiva de clasificación de la información y una prensa débil que actuó como “estenógrafa” del gobierno. Cree que el gobierno de Estados Unidos está sufriendo ahora lo que la música y el entretenimiento experimentaron los últimos años: las redes digitales de distribución que surgieron como alternativas a los sistemas que los sellos musicales y los productores trataban de controlar. .

Aunque WikiLeaks había estado diseminando información durante 18 meses – mucha sobre las guerras de Irak y Afganistán -- Werbach cree que los comunicados del Departamento de Estado le inflaron el perfil y generaron una fuerte reacción. Por ejemplo, las empresas de tarjetas de crédito, PayPal y Amazon decidieron cortar las relaciones que ayudaban a financiar WikiLeaks, aparentemente bajo presión de funcionarios del gobierno. “Es peligroso que el gobierno le diga a las empresas privadas que determinado contenido debe mantenerse fuera de la red”, dice, “lo más razonable sería que fueran las empresas las que piensen si WikiLeaks cruzó la raya o no."

Para la experta en estudios legales y ética empresarial Andrea Matwyshyn, la sociedad está tratando de encontrar un delicado equilibrio entre control de la información y revelaciones que podrían ayudar a la nación a “planear mejor su propia trayectoria”. Los gobiernos y las empresas deberían preocuparse menos por Wikileaks y más en la fuente inicial de las revelaciones, dice, porque una vez que la información sale al universo de la Internet, retirarla del ciberespacio es imposible.

Con respecto a la responsabilidad, el canciller australiano Kevin Rudd dice que no es Assange el responsable de la publicación no autorizada de más de 200.000 documentos diplomáticos. “Los malos en esta película son los que le dieron la información, porque son ellos los que traicionaron la confianza. Es a ellos a quienes habría que condenar”.

Además de impedir mala publicidad, Matwyshyn señala la importancia de una tener una estrategia proactiva para proteger los secretos comerciales en un juicio. Según ella, una compañía no sabe si su información es un secreto comercial hasta que se ve en situación de defenderla de un supuesto violador ante el juez. Las sentencias sobre si se ha violado o no un secreto comercial legítimo dependen mucho de si la compañía puede demostrar que consideraba a la información sustraída o difundida un elemento de propiedad intelectual lo suficientemente importante como para tomar las medidas necesarias para su protección.

Las empresas sistemáticamente cometen el mismo error: no instalan un sistema general de protección de la información y confían con demasiada frecuencia en las soluciones tecnológicas de seguridad. “Creen que si tienen un buen departamento de tecnología están cubiertas. Y eso no es así porque los flujos de información deben ser vigilados no solo mediante tecnología, sino en forma total en toda la organización.”

Las organizaciones que dependen de mantener secretos deben desarrollar procesos sistémicos que abarquen la información a compartir. Ella dice que hay una dualidad en la forma en que las empresas manejan su información. Por un lado, el crecimiento de los medios sociales las invita a abrirse a Internet para conectarse con nuevos clientes y crear una mayor presencia en las comunidades. "Desde el punto de vista del marketing," dice, "la tecnología y el salir a Internet es algo positivo. Simultáneamente, se está desarrollando una dinámica de “organismo cibernético”. Internamente, las empresas usan tecnología cada vez más. Cada vez más mecanizadas y menos humanas, confían en la integración de sistemas computarizados para asegurar la información delicada. “Y esos sistemas no siempre funcionan a la perfección”.

Según Turow, hay tensión entre la necesidad de que los ejecutivos de empresas hagan comunicaciones honesta y abiertamente y el peligro de que lo que se dice francamente en reuniones privadas sea luego revelado. El sugiere que sobre los temas extremadamente delicados no habría que escribir, o deberían tener los debidos controles. Pero al fin y al cabo, todo se reduce a la confianza en los propios empleados. Su lealtad es lo que cuenta”.

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