sábado, 23 de julio de 2011

Cómo fueron los inicios de Google










































Getty Images/Michael Grecco; Google Type: Vault 49

Los cofundadores. Larry Page (izq.) y Sergey Brin, en 2002.




En noviembre de 1999, Douglas Edwards se convirtió en el primer "gerente de marca" y empleado número 59 de la novata Google. En este adelanto de su libro, 'I'm feeling lucky' (Me siento con suerte), Edwards ofrece un relato de primera mano de los comienzos de la empresa, partiendo de su entrevista para el puesto con el cofundador Sergey Brin, entonces de 26 años de edad.
Cindy McCaffrey, la directora de relaciones públicas, me condujo a la sala de conferencias para esperar a Sergey. No estaba nervioso. Sergey tenía más o menos la edad de mi camiseta favorita (en ese entonces yo tenía 41 años). Soy ruso de nacimiento. He vivido en Rusia. Hablo un poco de ruso. Tengo amigos rusos.

Estaba inusualmente seguro de que me iría bien en la entrevista. Tal vez me convertiría en su mentor y brindaríamos a nuestra salud con un fino vodka siberiano. Sergey apareció vestido con indumentaria de hockey sobre patines: shorts, una camiseta y patines. Obviamente, venía de jugar. Yo preví que no debía vestir con traje y corbata, pero Sergey llevaba la informalidad de la oficina a un nuevo nivel.


Sergey estudió mi currículum y comenzó a acribillarme con preguntas. "De las campañas que has hecho, ¿cuál crees que ha sido la más efectiva? ¿Qué parámetros utilizaste para medirla? ¿Qué tipo de marketing viral hiciste? ¿Cuánto crees que debería gastar en marketing una empresa de nuestro tamaño?"

En base a sus preguntas, era fácil deducir qué quería escuchar. "No creo que en esta etapa deba gastar mucho", le contesté. "Puede lograr bastante con marketing viral y pequeños presupuestos".

Asentó la cabeza en señal de aprobación y luego me preguntó sobre mis seis meses en Siberia, intercalando frases en ruso. Al final, se inclinó hacia delante para dar el tiro de gracia, lo que él mismo llamó: "la pregunta difícil".

"Voy a darte cinco minutos", me dijo. "Cuando vuelva, quiero que me expliques algo complicado que yo no sepa". Luego salió de la sala.

Miré a Cindy: "Tiene mucha curiosidad por todo", me dijo. "Puedes hablarle sobre un pasatiempo, algo técnico, lo que quieras. Sólo asegúrate de que sea algo que entiendas muy bien".

¿Qué cosa tan complicada conocía lo suficientemente bien como para describírsela a Sergey? Me decidí por la teoría general de marketing.

Para cuando Sergey regresó, ya tenía suficiente para hablar por 10 minutos y estaba seguro de que podría llenar todos los vacíos que se presentaran. Fui a la pizarra y empecé a dibujar círculos y cuadrados y un montón de flechas. Estaba nervioso, pero no tanto. Sergey me hizo preguntas que me obligaron a inventar cosas en el momento.

Él parecía estar prestando atención, y empecé a divertirme. ¡Estábamos teniendo una conexión especial! Claramente, él quería escuchar lo que tenía que decir y valoraba mis opiniones. Después me enteré de que Sergey hacía lo mismo con todos los entrevistados. Una hora desperdiciada con un candidato no calificado no era una pérdida total si Sergey aprendía algo nuevo.

Empezaba a atardecer cuando acabamos y Sergey me invitó a sumarme al personal para la cena que ya había empezado en una pequeña cocina al otro lado de la sala de conferencias.

Google ofrecía, al menos en apariencia, tecnología de punta relacionada con Internet, algunos genios excéntricos, financiamiento para al menos un año y una marca de consumo divertida que yo podía ayudar a desarrollar. Dos semanas después, el 29 de noviembre de 1999, empecé a trabajar como gerente de marca en línea de Google.

* * *

Convoqué una reunión para discutir mi plan de marketing.

"Lo primero que hay que considerar", empecé, "es que nuestra investigación interna muestra que nuestros rivales están acercándose al nivel de calidad de Google. En un mundo donde todos los motores de búsqueda son iguales, necesitaremos apoyarnos en la marca para hacer la diferencia". Hubo un gran silencio.

Mire alrededor nervioso. ¿Había dicho algo malo? Sí. No sólo malo, herético. El cofundador Larry Page dejó mi apostasía muy clara. "Si no podemos ser los primeros en calidad", dijo serenamente, no deberíamos ser los primeros y punto".

* * *

Abril estaba a la vuelta de la esquina. Era mi primer abril en Google. Mi primer Día del Inocente (que en EE.UU. se celebra el primero de abril). A Sergey le encantaba la fecha.

Mi idea para nuestra primera travesura fue una "búsqueda atemporal", un invento revolucionario que anticipara las búsquedas de los usuarios. El tono era bastante nerd y Sergey pensaba que era exagerado, pero dijo que tenía potencial. Un ingeniero sugirió el nombre "MentalPlex" para nuestra nueva tecnología para leer la mente.

Luego definimos el texto para un enlace a la página de inicio y una docena de mensajes de error que se mostrarían de manera aleatoria si alguien ingresaba una consulta en el cuadro de búsqueda de MentalPlex.

Alguien señaló que con nuestra entonces flamante interfaz de lenguas extranjeras, la broma podría extenderse más allá del inglés.

"Uno de los mensajes de error diría que MentalPlex ha detectado pensamientos extranjeros", sugirió Susan Wojcicki, la directora de marketing, "y entonces podemos traducir el texto de la interfaz en la página de resultados en alemán".

Cuando la broma se lanzó, los usuarios de Google podían ver una imagen animada en espiral invitándolos a probar MentalPlex. Me sentí aliviado de haber acabado el proyecto a tiempo, pero también estaba aterrorizado.

Tan pronto como lanzamos la broma, comencé a actualizar compulsivamente mi bandeja de entrada para ver si había e-mails de los usuarios. El primer mensaje en llegar decía: "¡Google es genial!". Comenzaron a llegar más mensajes. La gente estaba sorprendida. No pensaba que los motores de búsqueda tenían sentido del humor. Les gustaba. Durante las siguientes horas sonó un coro de alabanzas.

"MentalPlex me pareció algo divertido, pero los resultados en diferentes idiomas hacen que sea difícil de usar. La broma muere muy rápido", dijo otro.

Las voces discordantes sobre la confusión y la molestia comenzaron a aumentar.

Por desgracia, era viernes por la noche. Los ingenieros estaban con Sergey en un restaurante a 20 minutos. Nadie en la oficina estaba autorizado para hacer cambios a la broma.

Finalmente, intervino un ingeniero. Ahora nuestros resultados no deseados estaban en portugués. Los ingenieros pensaron que la broma era demasiado divertida como para eliminarla por completo, así que sólo cambiaron la interfaz a otro idioma.

Las quejas siguieron llegando. Llamé a Sergey e insistí en quitar todos los resultados en lengua extranjera. Él aceptó de mala gana.

"Una parte no insignificante de nuestros usuarios son unos completos idiotas si no pueden descifrar cómo usar nuestro sitio sólo porque todo está en portugués", se molestó un ingeniero.

Google había pasado de atender a la élite tecnológica a jugar en el mercado masivo.

* * *

Desde que me fui, he escuchado especulaciones acerca de Google. Que es un monopolio. Que rastrea a los usuarios. Que está confabulando con el gobierno. Que espía a la gente. Que es malvado.

Bueno, tal vez sea todo eso. Hace más de cinco años que no trabajo allí. Las cosas cambian. Pero basado en la gente que conocí durante mi tiempo ahí —muchos de los cuales aún trabajan largas horas para perfeccionar un producto que es usado por millones de personas todos los días—, yo diría que es muy poco probable.

¿Es Google reservado? Sin duda. ¿Arrogante? Tal vez. ¿Hace oídos sordos a las preocupaciones de los usuarios que afirma servir? A veces. ¿Pero malvado? No lo creo.

Google tenía ansias de cambiar el mundo en una generación. Y ahí yace, en mi opinión, el gran defecto de la empresa, la impaciencia con aquellos que no son lo suficientemente rápidos como para captar la obvia verdad de la visión de Google.

"¿Cuándo nos hemos equivocado?", me preguntó una vez Larry.

No muy a menudo. Pero "no muy a menudo" no es nunca. Si los líderes de Google aceptaran esa realidad, podrían entender por qué algunas personas no están dispuestas a abandonar el escepticismo y rendirse ante las garantías que ofrece Google.

Después de Google, me encuentro impaciente con la forma en que funciona el mundo. ¿Por qué es tan difícil programar una grabación en mi DVR? ¿Por qué los semáforos no están sincronizados de modo que mantengan el tráfico a una velocidad óptima? Todos esos problemas tienen solución. Las personas inteligentes, motivadas para hacer las cosas mejor, pueden hacer casi cualquier cosa. Tengo suerte de haber visto de primera mano qué tan cierto es eso.

—Extractos de 'I'm Feeling Lucky: The Confessions of Google Employee Number 59', de Douglas Edwards. Copyright © 2011 by Douglas Edwards. Usado con permiso de Houghton Mifflin Harcourt Publishing Co. Todos los derechos reservados.

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