miércoles, 28 de septiembre de 2011

¿Por qué a los doctores no les gustan los historiales clínicos electrónicos?


Un médico argumenta que los historiales electrónicos elevan los costes, disminuyen las visitas de los pacientes y son herramientas de comunicación deficientes.
¿Por qué son tan lentos los doctores a la hora de implementar los historiales clínicos electrónicos (HCE)?
El Gobierno de EE.UU. ha estado tratando de conseguir que los médicos usen estos sistemas desde hace algún tiempo, pero muchos se muestran escépticos. En 2004, la administración Bush emitió una orden ejecutiva para la creación de una infraestructura universal de "información sanitaria interoperable", así como de historiales clínicos electrónicos para todos los estadounidenses en 10 años. Sin embargo, en 2011, solo una pequeña fracción de los médicos utilizan los historiales electrónicos de pacientes.
En un esfuerzo por cambiar esta situación, el plan de estímulo económico de Obama prometió 27.000 millones de dólares (19.845 millones de euros) en subsidios para la TI (Tecnología de la Información) sanitaria, incluyendo pagos a los médicos entre 44.000 y 64.000 dólares (32.000 y 48.000 euros) en cinco años solo por usar los HCEs. La industria de la TI sanitaria se ha visto atraída por esta cantidad multimillonaria de dólares, aunque no ha tenido mucha suerte a la hora de hacer que los médicos cambien sus costumbres.
¿Qué les pasa a los médicos? ¿Por qué no pueden ser persuadidos para adoptar estos maravillosos sistemas de información? Todo el mundo sabe, a fin de cuentas, que Internet y las aplicaciones móviles, creadas por Microsoft, Google y Apple y propagadas por Facebook, Twitter, YouTube, el iPhone y el iPod, lograrán mejorar la atención y reducir los costes mediante la conexión en tiempo real de todas las personas implicadas y proporcionando control a los consumidores de atención sanitaria.
Sospecho que, en parte, la respuesta podría estar en algo que comentó el ensayista E.B. White acerca del humor. "El humor", afirmó White, "se puede diseccionar como si fuera una rana, pero se muere en el proceso y sus entrañas no interesan a ninguna otra mente que la puramente científica". Del mismo modo, la humanidad se marchita cuando se disecciona y se registra en un HCE. Tal y como escribió Jerome Groopman, un internista de la Universidad de Harvard (EE.UU.), en How Doctors Think, "los algoritmos clínicos pueden ser de utilidad para diagnósticos y tratamientos comunes y corrientes... pero rápidamente dejan de ser válidos cuando los médicos tienen que deliberar de forma poco corriente, cuando los síntomas son vagos, o múltiples y confusos, o cuando los resultados son inexactos".
El ordenador está sobrevalorado como herramienta para mejorar la atención sanitaria, implementar la reforma, reducir costes y dar control a los pacientes. Las razones son obvias para cualquiera que trate con pacientes. No puedes mirar a un ordenador a los ojos. No se puede leer su lenguaje corporal. No se puede hablar con un algoritmo. No se puede simpatizar o identificarse con él.
Los médicos no somos luditas o trogloditas. Somos diestros en el uso de Internet, las aplicaciones tecnológicas y los medios de comunicación social. Para nosotros, la medicina mezcla el arte y la ciencia. Lo que buscamos en los pacientes son pistas, constelaciones de signos y síntomas, e historias. Hemos decidido no reducirnos a ser empleados de entrada de datos, clasificando cantidades de bytes informáticos sin digerir.
Una cadena de cifras con información de laboratorio, demográfica y de otro tipo, sin importar cuán sistemáticamente haya sido ensamblada o recogida, no forma un hilo narrativo. No cuenta una historia. Contiene "solo los hechos", tal y como el Sargento Joe Friday solía decir. Por esa razón un oftalmólogo me dijo que cuando recibe un HCE, lo ignora: "No me cuenta la historia del paciente. No me dice por qué está aquí el paciente, sus problemas, y lo que el médico que lo ha referido quiere que haga".
También hay razones más mundanas por las que los médicos, sobre todo en pequeñas prácticas, no prestan atención a los HCEs ni a sus entusiastas privados o partidarios del Gobierno. Según algunos médicos, los HCEs:
· Son vendidos por tantas empresas -más de 100 en la actualidad- que nadie sabe cómo separar los buenos de los malos, y los supervivientes de los fallecidos.
· Bajan la productividad.
· Muestran resultados negativos de inversión.
· No se comunican entre sí.
· Distraen la atención del tiempo dedicado al paciente.
· Exigen la reorganización total de las prácticas.
· Ocultan una estrategia para el seguimiento, control y establecimiento de la práctica.
· Pueden ser mal utilizados o pirateados para invadir la privacidad, revelar información sensible y amenazar la seguridad tanto del paciente como del médico.
· Aumentan los costes de la práctica.
Acerca de este último punto: No solo se trata de los 40.000 dólares (29.000 euros) que los fabricantes de software cobran por instalar un sistema de historiales electrónicos y los entre 10.000 y 15.000 dólares (7.000 y 11.000 euros) por el mantenimiento anual. Tiene que ver con la molestia y a menudo prohibitivo coste de contratar personal para introducir los datos y cumplir con las nuevas normas y reglamentos. Cuando se añade al tiempo y el esfuerzo que ya deben dedicarse a lidiar con Medicare, Medicaid, y los planes de seguro de salud, los requisitos de los HCEs son el colmo. Muchos médicos están buscando refugio frente a las exigencias burocráticas retirándose, cerrando prácticas a nuevos pacientes de Medicare y Medicaid, o buscando empleo en hospitales.
Esto resulta irónico, ya que muchos médicos creen que las nuevas aplicaciones, tales como un mejor reconocimiento de voz o sistemas que traducen los datos a un discurso narrativo, harán que los HCEs sean más fáciles de usar. Modelos "gratis", subvencionados por el Gobierno, o más baratos entrarán en el mercado; algoritmos clínicos, sobre la base de información demográfica e histórica introducida por los pacientes, harán posible que el diagnóstico, tratamiento y administración sea más rápido y mejor. Sin embargo, estas características deben evolucionar desde cero en lugar de ser impuestas desde arriba. Los HCEs no serán útiles y fáciles de usar por los médicos hasta que estos participen más en su diseño.
La revolución digital, y todas las mejoras en la atención sanitaria que promete, no dejará de ser una promesa hasta que los HCEs sean más útiles -en términos médicos y económicos- para los médicos.
Copyright Technology Review 2011.

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