viernes, 30 de marzo de 2012

Green Dot: ¿Dinero para las masas?



Para quienes no puedan permitirse tener una cuenta bancaria, existe una tarjeta prepago llamada Green Dot.

A principios de este mes, una start-up de telefonía móvil de Silicon Valley llamada Loopt fue adquirida por 43 millones de dólares (32 millones de euros). A pesar de que Loopt solo contaba con una relativamente modesta base de usuarios, era bien conocida entre los entendidos en tecnología. Pero no se puede decir lo mismo de la compañía que la adquirió. ¿Quién es exactamente, se preguntaron muchos periodistas, ese grupo llamado "Green Dot"?
En realidad, Green Dot es una especie de gigante dentro de la industria, una empresa dedicada a los pagos con 11 años de antigüedad y 4,5 millones de clientes activos que utilizaron sus servicios para completar 16.000 millones de transacciones el año pasado. Si resultaba desconocida para muchos observadores tecnológicos bien informados se debe a que la empresa está apuntando a un mercado que, a pesar de su tamaño, es a menudo invisible para la élite acaudalada a la que atienden en general las empresas de tecnología.
Green Dot es el mejor ejemplo de un nuevo tipo de empresa de servicios financieros que ofrece tecnología de gran sofisticación a un grupo demográfico que podría parecer singularmente poco prometedor: los estimados 60 millones de estadounidenses considerados como 'infrabancarizados'. Algunos de estos millones de personas subsisten en el nivel de la pobreza, mientras que otros muchos simplemente no pueden pagar las cuotas mensuales cada vez más altas asociadas a las cuentas corrientes tradicionales.
En la actualidad, muchos de estos 'infrabancarizados' se ven obligados a confiar en un submundo de servicios de canjee de cheques y pagos por anticipado. El periodista Gary Rivlin, que relató los servicios financieros destinados a los pobres en su libro Broke USA, afirma que dichos servicios son demasiado caros: muchos clientes habituales de establecimientos de canje de cheques pagan 1.000 dólares o más al año en comisiones.
El producto de Green Dot es una tarjeta de débito prepagada. Tiene el aspecto y funciona igual que una tarjeta de plástico Visa o MasterCard normal, pero el propietario debe introducir fondos antes de que pueda ser utilizada. No hay crédito, así que no hay forma de rebotar cheques, y mucho menos de acabar enterrado por tarjetas de crédito de alto interés por haber hecho compras impulsivas.
Comprar una tarjeta Green Dot cuesta 4,95 dólares (3,7 euros) y usarla sale por 5,95 (4,5 euros) al mes, aunque esas tasas se aplican si la tarjeta se compra en línea y se utiliza por lo menos 30 veces al mes. Meter dinero en una tarjeta a través de un depósito directo es gratuito, pero cargar la tarjeta en persona cuesta 4,95 dólares (3,7 euros). La compañía señala que el cliente promedio gasta menos de 7 dólares (5,25 euros) al mes en cargos.
Aunque las tarjetas prepagadas de débito son cada vez más populares, incluso para los bancos tradicionales, Green Dot destaca porque ha construido una enorme red de venta con cerca de 50.000 localizaciones, entre ellos establecimientos 7-Eleven, Kmart y Walgreens.
A los defensores del consumidor les suelen entusiasmar las tarjetas de débito prepagadas, aunque solo sea porque evitan a los consumidores meterse en problemas de crédito. "Me gustan las tarjetas de débito prepagadas y me gusta Green Dot", afirma Adam Rust, analista en Reinvestment Partners, un grupo de defensa en Durham, Carolina del Norte (EE.UU.), que a menudo critica a las instituciones financieras. "Creo que es una buena compañía". Por el contrario, señala Rust, algunas otras tarjetas de débito prepagadas vienen con una larga lista de cargos ocultos.
Green Dot, con sede fuera de Los Ángeles (EE.UU), fue fundada en 1999 por Steve Streit, un antiguo ejecutivo de la industria de la radio, que en un principio destinó el servicio a los compradores adolescentes. Creció lo suficiente como para salir a bolsa en 2010. Sus acciones recientemente cotizaban cerca de los 25 dólares, casi 40 menos que su máximo histórico. Algunos analistas financieros que siguen la pista a la compañía afirman que a Wall Street le preocupa el volumen de negocios entre los clientes de Green Dot.
Un cliente que no tiene ninguna intención de abandonar la tarjeta es Molly Ibietatorremendia, una madre con tres hijos en Sacramento cuyo esposo es guardia de prisiones. Lo que los llevó a las tarjetas de prepago, señaló, fueron los rígidos cargos por sobregiro que tenían que pagar de vez en cuando si les rebotaban los cheques. "Nos pasó un par de veces y acabé pagando 30 dólares, incluso por un sobregiro de 30 centavos", afirma. "Nos acabamos cansando".
El hecho de que Green Dot pueda dirigirse a personas con bajos ingresos no quiere decir que su tecnología sea también reducida. El sistema se integra con las redes de pago Visa y MasterCard, dos de las más complejas. La compañía también tuvo que diseñar e implementar un sistema de recarga de tarjetas en tiendas que fuera a la vez lo suficientemente seguro como para manejar enormes sumas de dinero, y de bajo coste, como para instalarse en decenas de miles de tiendas. "Tuvimos que construir toda una amplia plataforma tecnológica", afirma Secil Baysal, gerente general de la red de la compañía.
Si bien sus orígenes están en el poco glamuroso mundo de las tarjetas de débito prepagadas, la empresa también está explorando fronteras más distantes dentro de la industria de los pagos. Su compra de Loopt, por ejemplo, representa un esfuerzo por establecer una cabeza de playa en el incipiente aunque competitivo campo de los pagos con teléfonos móviles. La empresa promete, sin embargo, que los proyectos futuros no van a cambiar su filosofía básica de ir tras aquellos clientes que otras muchas empresas prefieren ignorar.
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