miércoles, 9 de mayo de 2012

El futuro pertenece a los países flexibles

En marzo, el gobierno de Myanmar —desde hace mucho catalogado como una junta militar aislada y paranoica que dirige desde un enclave en el medio de la selva— anunció que permitiría elecciones regionales genuinas por primera vez en más de 20 años. En abril, los generales mantuvieron su palabra, la oposición ganó y los gobiernos de Occidente empezaron a relajar las sanciones.
¿Qué inspiró este drástico giro? Myanmar se está abriendo para asegurarse de tener opciones. Quiere reducir su profunda dependencia de China. Al igual que una creciente cantidad de países desarrollados y en desarrollo, reconoce la urgente necesidad de forjar amplios lazos comerciales y de seguridad.
Emiliano Ponzi
Hemos entrado a lo que llamo un mundo G-Cero, en el que ninguna nación por sí sola (ni siquiera Estados Unidos) o alianza de gobiernos (ciertamente no el G-7 ni el G-20) posee el poderío político y económico para imponer una agenda internacional. En este nuevo orden mundial descentralizado, el crecimiento no es suficiente. Un país debe también tener resistencia, la capacidad de recuperarse.
¿Qué países están mejor posicionados en este frente dentro del incipiente orden mundial?
Brasil, que hace poco superó a Gran Bretaña como la sexta economía mundial, tiene muchas ventajas prometedoras. Con una clase media de más de 100 millones de habitantes, posee el mayor mercado de consumo de América Latina. Su gobierno, liderado por un partido de izquierda, ha logrado un consenso nacional a favor de políticas económicas beneficiosas para el mercado y los inversionistas. Pese a que los enormes hallazgos de petróleo en 2007 los convertirán en uno de los principales exportadores energéticos, su economía está bien diversificada.
Pero existe otro factor crucial que añade resistencia a la fortaleza de Brasil: su gobierno y las empresas líderes han desarrollado fuertes lazos con múltiples socios poderosos. Durante 80 años, Brasil miró primero a EE.UU. En la última década, en cambio, sus importaciones de China se multiplicaron por 12 y sus exportaciones a ese país crecieron 18 veces. A principios de 2009, el comercio con China sobrepasó el intercambio con EE.UU., ayudando al país a capear la recesión estadounidense sin grandes problemas.
El intento de Turquía de ingresar a la Unión Europea no avanza, pero Ankara está expandiendo su influencia internacional. La membresía en la OTAN le da voz en Europa e influencia en Washington. Es un mercado emergente cada vez más importante, con un ingreso per cápita que casi duplica el de China y cuadriplica el de India. Muchos en el mundo árabe ven a Turquía como un estado musulmán dinámico y moderno. Si a esto se le suma su posición en la intersección de Europa, Asia, Medio Oriente y la ex Unión Soviética, Turquía es el mismísimo modelo de un estado "pivote" moderno.
África se ha convertido en un continente que ha sabido cultivar socios. Entre 2000 y 2010, su Producto Interno Bruto real creció 4,7% al año, y los africanos ahora gastan en promedio más en bienes y servicios que los indios. La inversión extranjera directa en África ha crecido más de cinco veces desde 2000.
Durante años, los estados africanos cortos de dinero debían recurrir casi exclusivamente al Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y a gobiernos occidentales para obtener ayuda financiera. Aceptaban la asistencia de Occidente en muchos casos con una gran renuencia, debido a que a menudo venía acompañada de exigencias de reformas democráticas y una mayor apertura a la inversión occidental. Pero en 2010 solamente, el comercio de China con África se expandió más de 43%, según datos oficiales chinos, y el país reemplazó a EE.UU. como su mayor socio comercial.
África ahora puede esperar que empresas multinacionales y estatales de países desarrollados y en desarrollo compitan por acceso a los consumidores del continente y términos de inversión favorables. No se trata de una derrota de Occidente contra China, ya que ambos continuarán beneficiándose en África. Los ganadores son todos los gobiernos africanos con capacidad de recuperación.
Asia tiene varios estados que se ajustan a este perfil. Indonesia, con la cuarta mayor población mundial, disfruta de un entorno político estable con un sólido crecimiento y una economía bien diversificada. Sus relaciones comerciales están bien equilibradas entre China, EE.UU., Japón y Singapur y, probablemente, seguirán así. Vietnam recibe la mayor parte de su ayuda de Japón, sus armas de Rusia y su maquinaria (y turistas) de China, y su principal mercado de exportación es EE.UU.
Singapur, una diminuta ciudad-estado, demuestra que el tamaño de no tiene por qué limitar sus opciones internacionales. Su PIB per cápita es uno de los más altos del mundo y el desempleo es de alrededor de 2%. Su gobierno ha trabajado para unir la cultura oriental con las prácticas empresariales occidentales, y es actualmente el cuarto centro financiero del mundo, detrás de Londres, Nueva York y Hong Kong.
No todos los países en esta categoría son mercados emergentes. Canadá sigue siendo vulnerable a una desaceleración en EE.UU., aunque no tanto como solía estarlo ni mucho menos como México. Sus exportaciones e importaciones de y a otros países han aumentado, y su economía está bien diversificada. Al igual que México, exporta grandes volúmenes de petróleo, pero también produce sustanciales cantidades de gas, maquinaria industrial, autopartes y madera a muchos mercados. Las mayores fuentes de divisas de México son las ventas de crudo, el turismo y las remesas de mexicanos que viven en el exterior. En los tres casos, una gran parte del dinero proviene de EE.UU. La suerte de su economía está estrechamente ligada a la salud de su gigantesco vecino.
En los próximos años, olvídese de grupos artificiales con mucha prensa como los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) y los Próximos Once (Next Eleven o N-11), una lista que incluye posibles potencias como Corea del Sur y Turquía, pero también potenciales barriles de pólvora como Irán, Nigeria y Pakistán.
En nuestro nuevo mundo G-Cero, sin ninguna potencia capaz de fijar la agenda, los ganadores y perdedores de la próxima generación serán determinados por las relaciones comerciales múltiples que mantengan.
—Ian Bremmer es presidente de Eurasia Group, consultora sobre riesgos políticos globales. Este ensayo está adaptado de su nuevo libro, 'Every Nation for Itself: Winners and Losers in a G-Zero World'.

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